domingo, 8 de agosto de 2010

Dolor más grande que perderte es dañarte.


Como asesino serial culpable de una serie de asesinatos macabros, María no podía dormir por las noches. Daba vueltas y vueltas en la cama, entre pelos engrasados, estómagos vacíos que revelaban profundos sentimientos, maquillaje corrido y pies congelados.

La celda en la que se encontraba no mostraba más esos viejos fantasmas, sino ratas añejas que seguían ensuciando el lugar.
Culpable de un crimen lejano pero revivido recientemente, despertó por la caída de algún balde de agua fría para ver que tenía una carga en la espalda. Era un cuerpo estupefacto, realidad cruda del pasado.

La zona estomacal ardió más que nunca y sola se encontró. La carga no se alivianó ni aún en compañía de ratas.

Sólo un nuevo horizonte, un mañana de sol o una nueva sentencia darán el nuevo veredicto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario