viernes, 23 de julio de 2010

Barco Varado no tan Anclado.


Estaba en el medio del mar, luchando entre olas y huracanes, un bote con forma casa que no tenía puertas, sólo techo.
De las ventanas salían dos brazos enormes con los cuales remaba y cada mano tenía 6 dedos de pato. No sabía muy bien a dónde iba, pero sabía que tenía que ir 45 grados al sur y doblar en la primera isla con forma de sombrero que encontraba.
Desesperado por tocar tierra estaba el barco, porque unas tortugas galápagos le picaban el fondo. Y se encontraba urgido por evitar tantas cosquillas, que se asemejaban al aleteo de 1000 mariposas. Por otra parte, el Sol no daba descanso.
El Barco Fujibong se estaba cansando de su rumbo, necesitaba un suelo diferente.

Intentó tejer un par de alas con las plumas de un pájaro azul que lo seguía pero no funcionó, a penas se levantó unos metros y luego cayó al mar otra vez. Entonces decidió poner en práctica su imaginación para ver a dónde lo podía llevar.

Aparentemente ALGO muy inesperado, casi milagroso, surgió, porque en un abrir y cerrar de ojos, se encontró en un bosques de manzanas verdes que colgaban de larguísimas palmeras. Estiró la mano y agarró una de ellas.
La manzana tenía gusto a banana y eso lo trasladó a un mundo de sabores que nunca pensó que su imaginación era capaz de tanto.

Volvió a cerrar los ojos y estaba frente a una gran montaña cubierta de copos de azúcar rosa y de un salto voló hasta la punta. Se tiró al ver el sol con los ojos bien abiertos sin preocuparse en quedarse ciego o no.

Dormido se quedó y casi el último escenario apareció. Abriendo de a pocos sus ojos, caían en él pétalos de rosas rojas que lo hicieron sentir demasiado liviano. Y en otro Algo, el barco se transformó.
Era un Algo maravilloso, tenía forma de algo con colores muy fuertes y su brillo se reflejaba por donde pasaba. Se encontró con un espejo pero éste le dijo que no lo viera, que si lo veía iba a perder toda su hermosura e iba a transformarse en un simple potus.
Sin embargo, se vio y quedó sorprendido porque hermoso resultó, gracias al afro gigante que su creador imaginario le había imaginado.

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