viernes, 23 de julio de 2010
Suelos y suelas.
Vivía en el balcón de un alto edificio de 16 pisos con forma de cuadrado ovalado que se mezclaba con el cielo turquesa, una zapatilla que deseaba correr e ir más lejos que el pobre paisaje cementoso que su lugar presentaba, ya que un techo plano poco movedizo tapaba toda vista posible al despejado.
Había terminado viviendo ahí porque alguien se enojó con el mundo entero y decidió mandar a sus zapatillas a volar y su compañera izquierda no logró llegar.
Sola se encontraba esta zapatilla entre despecho del portador y el desafortunado destino que no quiso ver aquel par de zapatillas juntos.
Maldita maldición que sentía la zapatilla, ya que sin su media no podía correr y su burbuja de aire en su interior, como una cámara, se había desinflado.
Pronto empezó a sentir olores nauseabundos y hongos que afloraron en su interior, porque el señor Sol no deseaba pelear con la sombra.
Como no sabía qué hacer, decidió pedirle ayuda a su vecina, zapato de taco aguja de cuero rojo de pie izquierdo talle 38.
Sin importar las diferencias de tacos o plantillas, de suelas o cordones, formaron un par que se embarcó en la aventura de puertas, picaportes, pasillos, ascensores y palieres.
Comenzaron a confiar en su suerte, tanto que atravesaron la Principal Puerta, sin saber que esa mañana a esa hora venía retrasado un Recolector de Basura que justo se tropezó, se manchó la camisa con mostaza, se quejó y gritando vio al par desapareado.
El destino jugó una mala pasada o puede ser que, éste los esperaba desde hace mucho tiempo para saldar cuentas viejas.
Quizás hubiese sido todo diferente si ambos no se juntaban o si no se aventuraban o si recolector no se atrasaba ni se tropezaba ni los veía.
Pero se dio. Vivía en el balcón de un alto edificio de 16 pisos con forma de cuadrado ovalado que se mezclaba con el cielo turquesa, una zapatilla que deseaba correr e ir más lejos que el pobre paisaje cementoso que su lugar presentaba, ya que un techo plano poco movedizo tapaba toda vista posible al despejado.
Había terminado viviendo ahí porque alguien se enojó con el mundo entero y decidió mandar a sus zapatillas a volar y su compañera izquierda no logró llegar.
Sola se encontraba esta zapatilla entre despecho del portador y el desafortunado destino que no quiso ver aquel par de zapatillas juntos.
Maldita maldición que sentía la zapatilla, ya que sin su media no podía correr y su burbuja de aire en su interior, como una cámara, se había desinflado.
Pronto empezó a sentir olores nauseabundos y hongos que afloraron en su interior, porque el señor Sol no deseaba pelear con la sombra.
Como no sabía qué hacer, decidió pedirle ayuda a su vecina, zapato de taco aguja de cuero rojo de pie izquierdo talle 38.
Sin importar las diferencias de tacos o plantillas, de suelas o cordones, formaron un par que se embarcó en la aventura de puertas, picaportes, pasillos, ascensores y palieres.
Comenzaron a confiar en su suerte, tanto que atravesaron la Principal Puerta, sin saber que esa mañana a esa hora venía retrasado un Recolector de Basura que justo se tropezó, se manchó la camisa con mostaza, se quejó y gritando vio al par desapareado.
El destino jugó una mala pasada o puede ser que, éste los esperaba desde hace mucho tiempo para saldar cuentas viejas.
Quizás hubiese sido todo diferente si ambos no se juntaban o si no se aventuraban o si recolector no se atrasaba ni se tropezaba ni los veía.
Pero se dio.
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