viernes, 23 de julio de 2010
Labios fugitivos. Primera parte.
Corriendo como una novia fugitiva, aunque no lo era, Uma salió de esa iglesia. Era la ceremonia más aburrida de toda la ciudad aparentemente, y sentió de repente una sensación que apretaba su muñeca: era su reloj marcando la hora de entrada a la Fiesta Cervecera en la casa de Mariquita.
La fiesta comenzaba a las 23:59, y Uma tenía 7 minutos para llegar a tiempo, de lo contrario, otro año mas se iba a quedar sin entrar. Corrió por la avenida menor de la ciudad, saltó árboles que se cruzaban en su camino y hasta nadó en un charco para acortar distancia. Se subió a un conejo y 23:58 en la puerta de la casa de Mariquita estaba, maquillada y pintada.
Se sacó esas ramitas que habían quedado en su cabellera y un perfume muy llamativo aclamaba su nombre desde la entrada. Agarrando un vaso de vino espumante blanco barato miró a su alrededor para captar esas maravillosas líneas de pasión.
Se acercó para poder ser la espectadora de la primera fila de esas extrañas trayectorias que dibujaban a su paso la mejor pintura que una noche de luces y sonidos le podían regalar.
Se acercó mas, un poco más quizás, hasta Uma se sintió sofocada por la fragancia que llamaba a su paso.
Siguiendo destellos de calor, furia y pasión, vio por fin a Liel y líneas de fragancia se volvieron líneas delineadas que marcaban fuertes miradas, una boca casi dibujaba y una postura estudiada.
El mundo de Liel se detuvo cuando una de sus manos tocó un vaso frío y al levantar la vista vio una mirada que no pudo sostener más que con una sonrisa, sintió un impulso de mil manos en su espalda y se dejó llevar hasta tener las pupilas de Uma tan cerca de las suyas que como un diafragma de cámara fotográfica se observaron con detalles.
Lentamente Uma agarró de la mano a Liel, acariciando a todo el recorrido de su brazo, la sujeto fuertemente y dijo: confía en mí.
Liel siguió a Uma hasta el pasillo que cortaba la fiesta con la cocina y casi como un único ser entraron en una mesita de luz de una pieza que parecía tener varios o ningún uso.
Sin perder las miradas se acostaron junto al reloj de cuerda que marcaba la música de la noche, y en un Tic sus manos se unieron, y en Tac sus bocas jugaron a las escondidas.
Labios, párpados, perfumes, pestañas negras se sumaron al juego de a 2. Mientras corpiños, ligas, cierres y pantalones se retiraban del cajón.
Una mano se transformó en dos piernas y comenzó a recorrer los ojos, la boca, no hacía paradas solo caminaba como si paseara, a veces se perdía pero siempre encontraba un camino para llegar.
Engañoso es el Tic-Tac que se pasa rápido cuando el tiempo es bueno y lento en calvarios. Pronto marcó las 6:32 am y dado por terminada la sesión, cada prenda a su lugar volvió.
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