
Corriendo como una novia fugitiva, aunque no lo era, Uma salió de esa iglesia. Era la ceremonia más aburrida de toda la ciudad aparentemente, y sentió de repente una sensación que apretaba su muñeca: era su reloj marcando la hora de entrada a la Fiesta Cervecera en la casa de Mariquita.
La fiesta comenzaba a las 23:59, y Uma tenía 7 minutos para llegar a tiempo, de lo contrario, otro año mas se iba a quedar sin entrar. Corrió por la avenida menor de la ciudad, saltó árboles que se cruzaban en su camino y hasta nadó en un charco para acortar distancia. Se subió a un conejo y 23:58 en la puerta de la casa de Mariquita estaba, maquillada y pintada.
Se sacó esas ramitas que habían quedado en su cabellera y un perfume muy llamativo aclamaba su nombre desde la entrada. Agarrando un vaso de vino espumante blanco barato miró a su alrededor para captar esas maravillosas líneas de pasión.
Se acercó para poder ser la espectadora de la primera fila de esas extrañas trayectorias que dibujaban a su paso la mejor pintura que una noche de luces y sonidos le podían regalar.
Se acercó mas, un poco más quizás, hasta Uma se sintió sofocada por la fragancia que llamaba a su paso.
Siguiendo destellos de calor, furia y pasión, vio por fin a Liel y líneas de fragancia se volvieron líneas delineadas que marcaban fuertes miradas, una boca casi dibujaba y una postura estudiada.
El mundo de Liel se detuvo cuando una de sus manos tocó un vaso frío y al levantar la vista vio una mirada que no pudo sostener más que con una sonrisa, sintió un impulso de mil manos en su espalda y se dejó llevar hasta tener las pupilas de Uma tan cerca de las suyas que como un diafragma de cámara fotográfica se observaron con detalles.
Lentamente Uma agarró de la mano a Liel, acariciando a todo el recorrido de su brazo, la sujeto fuertemente y dijo: confía en mí.
Liel siguió a Uma hasta el pasillo que cortaba la fiesta con la cocina y casi como un único ser entraron en una mesita de luz de una pieza que parecía tener varios o ningún uso.
Sin perder las miradas se acostaron junto al reloj de cuerda que marcaba la música de la noche, y en un Tic sus manos se unieron, y en Tac sus bocas jugaron a las escondidas.
Labios, párpados, perfumes, pestañas negras se sumaron al juego de a 2. Mientras corpiños, ligas, cierres y pantalones se retiraban del cajón.
Una mano se transformó en dos piernas y comenzó a recorrer los ojos, la boca, no hacía paradas solo caminaba como si paseara, a veces se perdía pero siempre encontraba un camino para llegar.
Engañoso es el Tic-Tac que se pasa rápido cuando el tiempo es bueno y lento en calvarios. Pronto marcó las 6:32 am y dado por terminada la sesión, cada prenda a su lugar volvió.
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