viernes, 23 de julio de 2010
Vientos Algo que pasan por Todo.
Si bien el aire siempre se consideraba poca cosa en la ciudad Onomatopeyas, a veces en forma de viento parecía tener mucha fuerza. Y no sólo por arrastrar a sus habitantes, sino también por llevar y traer esperanzas, mentiras, verdades crueles y dolorosos tirones en piernas derecha. Estos vientos algo parecían tener, y ALGO los llamaron.
No todos los días los Algo eran iguales pero todos tenían algo en común, siempre había un Café con Leche que hacía que las tardes sean iguales sin importar que sea Domingo deprimido o Viernes de salida.
Con 3 de café, 1 de azúcar y taza de leche, las onomatopeya Ahitaviten! y Plaff, el ruidoso, todas las tardes compartían. Tenían una ley inviolable, ningún viento ofrecía el calor de la infusión para saber que hacer, ni adonde ir, excepto no repetir lugares.
De manera que subieron a un colectivo de aventuras que en desconocidos espacios solía parar.
Lo que las onomatopeyas no sabían era que al bajarse del colectivo les esperaba siempre una aventura de heladas y vientos huracanados al cual debían enfrentar. Pero en el medio de calles que iban y venían, siempre encontraban el destino al que querían llegar.
Aunque suene muy poco creíble, un domingo desolado cuando bajaron, se pegaron otro viaje que desembocó en un mar de brillante, con olas de colores y con personas de ricos olores.
Allí se sentían con vida de nuevo, no les importaba caminar en contra de la marea ni ir más rápido, solo caminaban. Tomaban aire fresco para caer un ratito en la realidad y luego volvían a entrar a ese mundo dónde la noche y el día parecían tener el mismo horario.
La tristeza pareció llegar cuando los soles se volvieron lluvias, los tirones se volvieron serios, la calza no se secó, una piñata apareció y una corazonada se esfumó.
El viento, esta vez, solo malas rachas arrastró para que Ahitaviten opte por sopas quick que sola tomó.
Pero Plaff siempre decía que el viento Algo cosas buenas traía, que sin importar las veces que entraran basuritas en los ojos después se ve mejor. Entonces sacó a Ahitaviten al viento para demostrarle que no siempre el viento Algo norte es igual al viento Algo sur y que debía dejarse llevar, que todo iba a pasar y por algo iba a mejorar.
Ahitaviten insistía en saber qué cosa eran esos vientos llamados Algo, como para que Todo pase por ellos.
Visitaron un viejo viento extranjero para obtener respuesta. Y solo tuvieron risas y alegrías.
Buscaron en distintas sillas y sillones, en tazas de todos los colores y hasta dos paraguas rompieron para ver si los vientos de Algo algo decían, pero Ahitaviten no obtuvo mas respuestas que seguir adelante riéndose. Plaff siempre acompañaba con la seguridad de que los vientos nada malos eran, todo lo contrario solo había que observar Algo.
Cuando un día, el cielo un sol parecía mostrar, un viento Algo norte gritó: ¡Nunca vamos a terminar de traer coincidencias o malos azares!
Plaff y Ahitaviten se detuvieron al escuchar eso, se quedaron observando unos minutos con la mirada perdida y luego igual siguieron caminando. Sólo los vientos fugaces guardan las respuestas.
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