viernes, 23 de julio de 2010

Señor Marioneta


Había una vez una vez un señor muy enojón, que vivía solito en una casa muy grande.
Nunca quería salir de su casa, porque decía que su casa no quería dejarlo salir. Todos los días algún vecino se acercaba, tocaba el timbre y nada, pasaban al rato y nada, nunca salía el señor, solamente se dignaba a gritar desde adentro que lo dejen solo, que no lo molesten y que su casa lo cuidaba.

Después de un tiempo, su casa de a poquito le iba cerrando puertas.
Un día lo dejó sin ir al patio, y sus plantas se fueron muriendo. Otro día se cerraron las puertas de su taller donde el pintaba soldaditos de madera y sus soldaditos se pusieron negros. Así se le fueron cerrando las puertas, hasta dejarlo solo y encerrado en su pieza, donde solo contaba con su cama y el baño. Hasta las ventanas se pusieron opacas.

Pero… un día! un rayo de Sol entró tan fuerte por la ventana que lo hizo ver algo que no había visto antes.
El señor pronto vio los colores de los cuales estaba pintada su casa. Los colores de su pieza eran tan brillantes que tenían luz propia y ese día los descubrió.
Le dio tanta felicidad ver eso, que de a poco las puertas solitas se fueron abriendo, a medida que dejaba entrar al sol, podía ver los colores de su casa, colores que no había visto nunca, colores casi imaginarios, colores que se mezclaban con el aire y formaban estelas en el techo.

Estaba tan feliz el Señor de tener una casa así que quizo compartirla, entonces con todos su miedos abrió la puerta del frente y empezó a dejar pasar de a poco a sus vecinos, pero solo unos pocos podían ver esos colores y los pocos que los podían ver eran los que siempre querían volver a visitarlo.

El señor se dio cuenta que su casa era el reflejo de todas las cosas hermosas del mundo. Todas las cosas que en su vida fue viviendo y las fue guardando ahí, solo que de viejito dejó de verlas, pero ahora las podía recordar como si las volviera a vivir.

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